Al sonar las tres de la mañana…
Francisco Gabilondo Soler
Dentro del perfil trazado
por una mano todopoderosa,
límite de palabras y sueños,
los niños y las niñas,
los perros y los payasos
habitan un mundo ancho,
un mundo sin voluntad
El papel,
como la imagen en el espejo,
es carne de la apariencia
Pero hay un momento,
huidizo, de soslayo,
en que la vida se desborda
en los trazos caóticos
que rellenan pulmones y silencios,
pantalones y miradas,
sonrisas y zapatos
(¡vigoroso morado-naranja!,
¡obsesivo verde-rosa!)
Y estos seres
maravillosos, bidimensionales,
no necesitan
que suenen
las tres de la mañana