31.5.10

LA HORA

A la hora del colibrí,
que a las flores musita adagios contra la gravedad,
mi madre cose un vestido blanco
para la Noche de Año Nuevo.
Al tiempo de su labor
trae voces amarillentas, rostros arrinconados:
polvosas ramas de la sangre.

Ocurre.
En sus palabras,
en sus manos
avanza la ira.
A paso de cuchillo. A paso de fuego.

A la hora del ciempiés,
que cruza el puente de la tarde,
mi madre arroja el doble filo de su corazón
a la nuca del incendio.

A la hora del murciélago,
que hilvana giros en el amate,
mi madre termina el vestido.

Hay silencio en sus ojos,
un hondo silencio,
y la casa
-lo que de ella queda-
lentamente
se alza de los rescoldos.

ÓSCAR CORTÉS TAPIA