6.11.09

ELOGIO DE EL SANTO



PRIMERA CAÍDA
(Elogio del tiempo antiguo)

En medio de nuestra angustia,
más vasta que la noche,
la hora del arma que apunta a la ciudad
te vestía con la rara estirpe del héroe.
Te anudabas la máscara
de quien navega bajo tormenta y sabe salir entero,
y corrías en tu auto deportivo
de un ring con criminales de feroz libreto
a otro:
calles, solitarias casonas, enlonado de asfalto;
ibas del llaveo precioso por preciso
a la amenaza oculta en la guarida de las sombras.

Te anudabas la máscara
y la plata argumental de tus puños -irrefutables-
machacaba sofismas del ladrón y el vampiro,
del hombre lobo y el desquiciado científico.

Te anudabas la máscara
y la alada plata en vuelo de los topes suicidas
eclipsaba el sol negro del Mal.

Poca cosa eran las balas
en busca del nido de tu pecho;
poca cosa
el puñal y su instinto trapero.
Mayor peligro había
en la soledad y sus venenos,
en la mujer
que con lenta lengua se mojaba los labios,
como promesa de la trampa deliciosa.

Pero tú,
semidiós de la arena,
el primero de los invencibles,
lograbas zafarte del abrazo del oso
que te rompería los huesos del alma.
(Celosa,
la ciudad te arrebataba el corazón)

Te anudabas la máscara,
capitán de todas nuestras esperanzas,
y el mundo era seguro.

ÓSCAR CORTÉS TAPIA