La güerita de la esquina
nomás voltea cuando paso;
pero yo no le hago caso,
sigo camina y camina.
Y al llegar junto a las trojes,
me paro y digo quedito:
- Pon cuidado, Margarito;
ahí hay agua, no te mojes.
Y sigo hasta el Estación,
pero sin voltiar atrás;
no vaya a ser Barrabás
que me mire algún fisgón.
Y comiencen al momento
a decir que si estoy ido,
que cómo ando en ese ruido
ya tan viejo y medio airiento.
Así es que mejor prefiero
hacer nomás la desecha;
no sea que entren en sospecha
y me den un quebradero.
Porque, aunque sea muy preciosa,
las habladas son amargas,
y aquí hay muchos lenguas largas
y mucha gente envidiosa.
De esas gentes indiscretas
que no saben entender
la eficacia y el poder
que tienen todos los poetas.
Y que, aunque sean ya viejones
y hasta feos y de respeto,
pueden poner en aprieto
a los tiernos corazones.
Pensándolo, pues, mejor,
para ver mi desengaño,
le voy a mandar un paño
con un pomito de olor.
Y si al caso los recibe
y no me hace mala cara,
pues... tope en lo que topara.
¡Adentro y haber quien vive!
Pues veo que todo consiste
en el modo y la manera.
Lo importante es que me quiera;
lo demás no tiene chiste.
LEOBINO ZAVALA, "MARGARITO LEDESMA"