El corazón humano de la gente
es cual una vejiga que se llena.
Echándole más aire que el prudente,
se va infle y infle y infle hasta que truena.
Y como el mío también es de cristiano,
se ve muy atariado y sumergido,
pues si siguen cargándole la mano,
el día menos pensado da el tronido.
Ya lo ves, tus papás no se convencen
y no me dejan platicar contigo.
Está muy bien, yo no los contradigo;
pero siempre está bueno que lo piensen.
Pues no pueden hallarse muchas veces
personas como yo, que sean honradas,
que sepan aguantar sus pesadeces
y que no anden con chismes ni asonadas.
Yo procuro granjiarlos cuanto puedo
y les doy la banqueta y los saludo;
pero nomás se quedan como un mudo
y me echan unos ojos que da miedo.
Y aunque vean que uno sufre y que se afana,
parece que les tiene sin cuidado.
Ya ves, ya remacharon la ventana
y al zaguán le metieron un candado.
Y de arrimarme a tu balcón no hay modos,
ni pisando quedito y sin botines,
pues sale tu mamá y avienta orines
y grita cosas para que oigan todos.
La verdad es que ya me desespero,
y si siguen igual estos asuntos,
no hay más remedio que enyerbarnos juntos,
como lo hizo Julieta con Romero.
LEOBINO ZAVALA, "MARGARITO LEDESMA"