Primera caída
(Elogio del tiempo antiguo)
Durante la noche del crimen,
más vasta que la Ciudad de México,
te anudabas la máscara de quien navega bajo tormenta y sabe salir entero
Montabas un veloz jaguar con rumbo a la amenaza
(tu capa de estrellas flotaba en el sueño del guerrero):
ibas del cuadrilátero con criminales de feroz libreto
al callejón de los golpes, a las mansiones del miedo
Te anudabas la máscara
y la plata argumental de tus puños
machacaba los sofismas del ladrón y el vampiro
del hombre lobo y el científico rudo
Te anudabas la máscara
y la plata en vuelo de tus topes suicidas
alumbraba la noche del Mal
Poca cosa eran las balas en busca del imán de tu pecho
Poca cosa era el puñal y su instinto trapero
Mayor peligro había en la soledad y sus venenos
En la mujer que con lenta lengua se humedecía los labios
Pero tú, el primero de los invencibles,
lograbas zafarte del abrazo del oso que te rompería los huesos del alma
Te anudabas la máscara,
capitán de todas nuestras esperanzas,
y el mundo era seguro
Segunda caída
(Victis honos)
Pelea sucia y calles oscuras no son ya tu dominio
Admítelo, tus puños perdieron la elocuencia
y los músculos ágiles son consuelo de la memoria
No lamentes la artritis ni las arrugas
No enmascares tus proezas de abuelo
No te avergüences de tus viejas películas
Tu heroísmo es otro
Sin embargo, una noche de viernes,
enmascarado como Rodolfo Guzmán,
vuelve a la arena que caía en pedazos
con la sola fuerza de tu nombre en nuestros labios
Avejentada,
en su asiento de primera fila,
te espera la Ciudad
Subirá a tu esquina y será tu aliada siempre
Siempre,
aunque los nuevos malvados
venzan al hombre sin rostro que vive en tu carne
y que se anuda la máscara
durante la noche del Mal
Tercera caída
(Santo de nuestra devoción)
No te negaremos
aunque el réferi te cuente tres palmadas sobre la lona
No te negaremos
a pesar de los monstruos de utilería
de las computadoras de cartón
de la victoria ensayada sobre momias, espectros y hechiceras
No olvidaremos
cantarte Las mañanitas
el día de tu santo
No olvidaremos prenderte un reflector
en el altar casero de nuestro corazón
Eres
Santo
Santo
Santo
Y no vienes
en nombre del Señor
Productor
Nuestra angustia
nuestra fe en ti
desde niños
te dieron la misión remasterizable
¡Oh, golpe justiciero!
(¡Párteles la madre!)
¡Oh, rodillazo sin mancha!
(¡Desgüévalos!)
Eres
Santo
Santo
Santo
Y seguiremos orgullosos de ti
pues tus puños
mantendrán con vida
el discurso que aprendimos
en un viejo cine:
el Bien gana
en la tercera caída